sábado, 10 de enero de 2009

Las cajitas negras

Son un clásico en cuanto a mecanismos de autodefensa.

Una cajita negra lo guarda todo. Archiva, plastifica y empaqueta todos esos recuerdos que quieres esconder o que nunca hubiesen sucedido.

Ese pequeño contenedor una vez cerrado, no deja pasar la luz, pero por si acaso debes enterrarlo bien en un lejano pliegue de tu mente. Sólo de esta manera hay una esperanza de que todo el contenido se pudra y sirva como abono a las semillas del olvido.

Por supuesto, son muy peligrosas, pero últimamente proliferan en mi cerebro como pequeñas minas que debo sortear .
Eso hacen a veces.
Esas condenadas esperan y esperan a que un día estés tranquilamente sentado en el sofá para aparecer. Creías que las habías enterrado bien, pero mientras dormías tomaban forma esférica rodando hasta tus pensamientos y una vez allí, esa bolita negra asoma una mecha y se prende justo en el momento más inoportuno u oportuno explotándote en la cara.

Otras veces, cuando paseo por esa playa sin mar, y tropiezo con uno de estos objetos, lo cojo y levanto lentamente la tapa esperando un tufillo tímido pero persistente que normalmente suele seguir a esta acción y me sorprendo encontrando la caja vacía o con una imagen que me hace simplemente reir.

Pues eso, mucho ojo con ellas...